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Solía meditar mientras estaba en soledad y le rezaba a Dios para que me guiara a la religión correcta y que me perdonara si hacía lo incorrecto. Nunca había tenido contacto alguno con los musulmanes. Las únicas personas que conocía que afirmaran que el Islam era su religión eran los seguidores de Elijah Muhammad, a los que llamaban “musulmanes negros” o “Lost-Found Nation”. Fue durante este período en los setenta cuando el Pastor Louis Farrakhan reconstruyó lo que se llamaba “La Nación del Islam”. Fui a oír al Pastor Farrakhan invitado por un colega y me encontré con que era una experiencia que cambiaría mi vida dramáticamente. Nunca en mi vida escuché a otro hombre negro hablar del modo en que él hablaba. Inmediatamente quise arreglar un encuentro con él para intentar convertirlo a mi religión. Disfrutaba evangelizar, deseando encontrar almas pérdidas para salvarlas del fuego del Infierno, sin importar quienes fuesen.
Después de graduarme comencé a trabajar tiempo completo. Cuando estaba llegando a la cumbre de mi sacerdocio, los seguidores de Elijah Muhammad se volvieron más visibles, y agradecía el esfuerzo de intentar salvar a la comunidad negra de los males que la estaban destruyendo. Comencé a alentarlos, en algún sentido, comprando su literatura y hasta encontrándome con ellos para dialogar. Asistía a sus círculos para descubrir exactamente cuales eran sus creencias. Aunque yo supiese lo sinceros que eran algunos de ellos, no me convencía la idea de que Dios fuese un hombre negro. No estaba de acuerdo con su uso de la Biblia para alentar su posición en ciertos puntos. Había un libro al cual yo conocía bien, y me molestaba profundamente la que yo pensaba que era su interpretación. Había asistido a escuelas de estudio de la Biblia locales y sabía bastante acerca de varios aspectos del estudio de la Biblia.
Después de casi seis años, me mudé a Tejas y me afilié a dos iglesias. La primera iglesia estaba liderada por un joven pastor inexperto y con muy pocos conocimientos. Comencé a mirar más profundamente las escrituras y me percaté que yo sabía más que el actual líder. Como muestra de respeto, dejé la iglesia y me uní a otra en una ciudad diferente donde sentí que podía aprender más. El pastor de esta particular iglesia era muy erudito. Era un excelente maestro pero tenía algunas ideas que no pertenecían a la norma de la organización de la iglesia. Tenía algunos puntos de vista algo liberales, pero aun así disfrutaba de su doctrina. Estaba pronto a aprender la lección mas valiosa de mi vida cristiana, que era “no todo lo que brilla es oro”. A pesar de su apariencia exterior, existían demonios en la iglesia que nunca pensé que podrían existir. La existencia de estos demonios me hizo reflexionar profundamente, y comencé a cuestionarme las enseñanzas a las cuales estaba tan dedicado.
Pronto descubrí que había un alto grado de celos en la jerarquía ministerial. Las cosas ya no eran como yo estaba acostumbrado que sean. Las mujeres vestían de maneras que me parecían vergonzosas. La gente se vestía para llamar la atención, generalmente del sexo opuesto. Descubrí la participación que tenían el dinero y la codicia en la operación de las actividades eclesiásticas. Existían varias pequeñas iglesias en discordia, y nos llamaban para reunirse y ayudarlos a juntar dinero para ellos. Me informaron que si una iglesia no tenía cierta cantidad de adeptos, entonces no debía perder mi tiempo rezando allí porque no recibiría una amplia recompensa financiera. Luego expliqué que no actuaba por el dinero y que rezaría incluso si hubiese solo un miembro presente… ¡y lo haría gratis! Esto causó disturbios. Comencé a cuestionar a aquellos a quienes yo creía que tenían conocimientos, sólo para enterarme de que estaban montando un show. Aprendí que el dinero, el poder y la posición eran más importantes que enseñar la verdad acerca de la Biblia. Como estudiante de la Biblia, sabía bien que tenía errores, contradicciones e inventos. Creía que la gente debía ser expuesta a la verdad acerca de la Biblia. La idea de exponer a la gente a tales aspectos de la Biblia era un pensamiento que se le atribuía supuestamente a Satanás. Pero comencé a interrogar públicamente a mis maestros durante las clases de la Biblia, preguntas que nadie podía responder. Ni siquiera uno podía explicar como Jesús era supuestamente Dios, y como al mismo tiempo, era supuestamente Padre, Hijo y Espíritu Santo en uno y aun así no era parte de la trinidad. Varios predicadores finalmente afirmaron que no lo entendían pero simplemente se les requería creerlo.
Casos de adulterio y fornicación prevalecían sin castigo alguno. Algunos predicadores eran encontrados con drogas y habían destruido sus vidas y las vidas de sus familias. Se descubrió que líderes de algunas iglesias eran homosexuales. Había pastores incluso culpables de cometer adulterio con las hijas de los miembros de otras iglesias. Todo esto aparejado con la falta de respuestas a lo que yo pensaba eran preguntas válidas fue suficiente para buscar un cambio. Ese cambio llego cuando acepté un trabajo en el Reino de Arabia Saudita.
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