La creencia en los profetas: El camino intermedio
Descripción: La creencia islámica en los profetas de Dios: ni divinización ni rechazo.
- Por Aisha Stacey (© 2016 IslamReligion.com)
- Publicado 22 Aug 2016
- Última modificación 22 Aug 2016
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Dios envió miles de profetas a la humanidad. Cada nación de la Tierra recibió un Profeta. Todos ellos predicaron el mismo mensaje: adorar solo al Único Dios, sin asociados, sin hijos ni hijas. Todos los profetas y mensajeros vinieron con el mismo propósito: acercar a la humanidad a Dios.
"Yo, Dios, juro por Mí mismo que envié mensajeros a las naciones que te precedieron [¡oh, Muhammad!]". (Corán 16:63)
"Ya había enviado mensajeros anteriores a ti a otras comunidades…". (Corán 6:42)
La palabra "Profeta" (Nabí en árabe) se deriva de la palabra naba, que significa noticias. El mensaje de Dios es revelado y el Profeta divulga estas noticias entre su pueblo. Un Mensajero, por otro lado, viene con una misión específica, usualmente transmitir un nuevo ordenamiento de Dios. Todo Mensajero es un Profeta, pero no todo Profeta es un Mensajero. El pueblo de la época de Noé fue el primero en desviarse de la adoración correcta a Dios que le fue enseñada al Profeta Adán, por lo que Dios cumplió Su promesa a Adán de enviar mensajeros como guía para la humanidad. Dios envió a Noé, el primero de Sus mensajeros.
"En el Día del Juicio, la gente irá con Noé y le dirá: ‘¡Oh, Noé! Tú eres el primer Mensajero enviado a la Tierra, y Dios te llamó siervo agradecido’"[1].
El Corán menciona los nombres de 25 profetas y señala que hubo otros. La mayoría de los profetas mencionados en el Corán y en las tradiciones del Profeta Muhammad son reconocidos y considerados como profetas tanto en el judaísmo como en el cristianismo. Por ejemplo: Noé, Abraham, Moisés y Jesús, entre muchos otros, ocupan un lugar destacado en las páginas del Corán. Creer en todos los profetas de Dios y en Sus libros revelados son dos de los pilares de la fe en el Islam. De hecho, de las tres grandes religiones monoteístas (Islam, cristianismo y judaísmo), el Islam es la única que les da a los profetas y mensajeros un lugar de especial importancia. No creer en uno de los profetas significa no creer en ninguno de ellos.
Los musulmanes creen que la Tora y el Evangelio (Inyil) de Jesús fueron originalmente la Palabra de Dios, pero hoy en día ya no se encuentran en su forma pura. Fueron adulterados con el paso del tiempo. En consecuencia, de los textos de las escrituras anteriores, los musulmanes solo creen lo que ha sido confirmado por el Corán o por las tradiciones auténticas del profeta Muhammad.
Los profetas y mensajeros de Dios que conocemos son todos varones. Ellos son considerados los mejores en sus respectivas comunidades, tanto moral como intelectualmente. La vida de un Profeta es un modelo de conducta para sus seguidores y los seguidores potenciales, y su personalidad atrae a la gente hacia el mensaje. Ellos son infalibles en la transmisión de los mandamientos y el mensaje de Dios; pero ya que son humanos, pudieron cometer errores menores u olvidar algunas cosas de sus asuntos mundanos.
Las historias del Corán enseñan excelentes lecciones y moral, y demuestran el carácter recto y virtuoso de los profetas. Saber esto es importante para entender que los musulmanes consideran algunas de las historias contadas en la Biblia como calumniosas y ven en ellas evidencia de que el mensaje de Dios fue distorsionado en lo que existe hoy día de la Tora y otros libros revelados. Por ejemplo, en la Biblia dice que el Profeta Lot cometió fornicación incestuosa estando borracho. Se dice también que el Profeta y rey David envió a uno de sus generales a una muerte segura para poder tomar a su esposa y casarse con ella. Desde el punto de vista islámico, estas historias no solo son falsas, sino que son inconcebibles.
El Islam nos enseña a no divinizar a los profetas y mensajeros, pues todos ellos fueron humanos. Debemos amarlos y respetarlos, pero no debe dirigirse hacia ellos ninguna forma de adoración, ni deben ser tratados como semidioses ni como intermediarios entre la humanidad y Dios. Jesús, el hijo de María, es un ejemplo de cómo la profecía puede ser llevada a los extremos pues, por un lado, los judíos se negaron a aceptarlo como el Mensajero que habían estado esperando; y por el otro, los cristianos lo exaltaron al punto de divinizarlo.
"[El Día del Juicio Final] Dios dirá: ‘¡Oh, Jesús hijo de María! ¿Acaso tú dijiste a la gente: ‘Adórenme a mí y a mi madre como divinidades junto con Dios?’. Dirá [Jesús]: ‘¡Glorificado seas! No me corresponde decir algo a lo que no tengo derecho. Si lo hubiera dicho, Tú lo sabrías. Tú conoces lo que encierra mi alma, mientras que yo ignoro lo que encierra la Tuya. Tú eres Quien conoce lo oculto’". (Corán 5:116)
Dios apoya a Sus profetas con milagros que son observables y que no pueden ser realizados por gente común. Estos milagros son otorgados por el poder y el permiso de Dios, y sirven como señal para que la gente reconozca que estas personas han sido elegidas por Dios. Por ejemplo, en la época de Jesús, los israelitas tenían buen conocimiento en el campo de la medicina. En consecuencia, los milagros que realizó Jesús fueron de esta naturaleza, e incluyeron devolverles la vista a los ciegos, curar a los leprosos y levantar a los muertos.
"Pero [en cambio] los que niegan la verdad y rechazan Mi palabra serán
los habitantes del fuego del Infierno". (Corán 5:10)
Los profetas y mensajeros son, en un sentido, embajadores de Dios en la Tierra. Su misión es transmitir el mensaje con claridad. Esto incluye llamar a la gente hacia Dios, explicar el mensaje, albriciar o advertir, y dirigir los asuntos de la nación. El Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) es el último Profeta. No hay más profetas después de él. Su mensaje no fue para un grupo, tribu ni nación en particular, es un mensaje para toda la humanidad, para todas las personas en todas las épocas y en todos los lugares. En consecuencia, es obligatorio creer en el Profeta Muhammad como el último Profeta de Dios. Esto distingue al Profeta Muhammad de los demás profetas y mensajeros, y lo ubica en una posición única. Sin embargo, el Profeta Muhammad estaba tan ansioso como todos los demás profetas por saber si había entregado el menaje con claridad. Durante su último sermón, el Profeta Muhammad le preguntó tres veces a la congregación si él había entregado el mensaje, y pidió a Dios que fuera testigo de la respuesta de la gente, que respondió siempre con un rotundo: "¡Sí!".
Dios envió a los profetas y mensajeros principalmente para guiar a la humanidad. Ellos eran humanos, de carácter excepcional, piadosos y confiables, para que la gente pudiera imitarlos y seguir su ejemplo como guía. Ellos no fueron deidades, semidioses ni santos con características divinas, sino que fueron meros mortales cargados con una tarea muy difícil. Dios los apoyó mientras llevaban a cabo su misión, y su misión fue guiar a la gente hacia la adoración del Único Dios Verdadero.
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