James Farrell, excatólico, Estados Unidos

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Descripción: Cómo el regalo de un Corán transformó la vida de un joven trabajador blanco, racista, antimusulmán, de clase media de Chicago.

  • Por James Farrell
  • Publicado 10 Aug 2015
  • Última modificación 10 Aug 2015
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Pobre Mejor

Puedo recordar, a lo largo de mi infancia, todas las veces que mis padres pelearon por cuestiones de dinero, situaciones de la vida y similares. Vivía en uno de los barrios marginales del lado central sur de Chicago, prácticamente sin nada qué comer. Con una familia de 10 era difícil para mi padre mantenernos en la forma más digna. Mi padre era un hombre muy trabajador, aunque pasaba la mayor parte de su tiempo bebiéndose los ingresos familiares y golpeando a mi mamá. Sin embargo, amo a mi padre. Mi padre tiene ascendencia irlandesa y alemana, tiene una forma de vida más bien anticuada. Cada vez que llegaba a la casa borracho o simplemente enojado por algo, la tomaba contra mi hermano menor y contra mí y nos golpeaba hasta cansarse. Muchas veces no podía caminar o siquiera respirar por todos los golpes. Por supuesto, yo era el que recibía más maltrato porque era el mayor, y cualquier golpe que recibiera mi hermano yo lo recibía también. Así fue la mayor parte de mi infancia.

Entonces llegó mi adolescencia, con todo ocurriendo a mi alrededor, como novias, sexo casual, borracheras, bares, drogas, etc. Yo no podía permitirme tomar parte en nada de eso, simplemente no se sentía correcto. Mi hermano fue uno de los mayores traficantes de drogas en Chicago. Muchas veces traía su mercancía a la casa para venderla localmente. Él conocía mis opiniones respecto al asunto, y un día cuando salió, tomé unos US$1.000 en drogas que había escondido, y los tiré por el inodoro. Cuando se dio cuenta, lo juro, quería matarme, y lo hubiera hecho si hubiera tenido la oportunidad. Por supuesto, fue a mí al que le cayeron encima mis padres, porque yo era el mayor y debería haberle enseñado mejor.

Esto me hizo darme cuenta cuán frágil es la vida. No quería tener una muerte estúpida, así que comencé a estudiar todo lo que caía en mis manos. No podía sacar mi cara de un libro si no era metiéndola en otro. Tienen que tener en cuenta algo en relación a mi familia, ellos son muy competitivos entre sí. Una vez ven a una persona avanzando, quieren detenerla y no permitir que siga adelante. Mis padres tenían sentimientos mezclados en relación a mis estudios personales. Les preocupaba que me lavaran el cerebro o que me metiera en alguna secta. Tenían razón, me hice nazi en 1994. Me encantaba el hecho de que Hitler tuvo a miles de personas bajo su control. Eso me hacía sentir importante, como si fuera alguien. Mi padre estaba complacido con la idea. En la década de 1960, cuando Martin Luther King Jr. encendía a todos con su "sueño", mi padre estaba planeando deshacerse de todos los negros en el área de Chicago. De hecho, cuando Martin Luther King Jr. marchó por el parque Marquette y el parque Sherman en el suroccidente, mi padre había formado una banda, que no solo expulsaba negros sino que también causó una guerra entre blancos y negros. Ese día, mi padre golpeó a Martin Luther King en la nariz con un ladrillo, y hasta hoy día se jacta de ello. Poco después de ese incidente, Charles Manson y su loca familia iniciaron su misión secreta. Ese era otro a quien yo admiraba y quería ser como él. Mientras pertenecía a los nazis viví los años sesenta otra vez. Estuve ahí cuando organizaron el ataque contra el pequeño muchacho negro de 11 años que caminaba por un barrio de blancos en Chicago (hacia 1997). Lo hubieran matado, pero querían enviar un mensaje. Después de ver esas cosas, supe que yo ya no encajaba ahí.

En 1995 encontré a la primera chica a la que podría decir que he amado. A pesar de que tuve la oportunidad perfecta de hacer lo que me viniera en gana con ella, no lo hice. No podía permitirme ser completamente íntimo con alguien con quien no estaba casado. Unos pocos meses después, le propuse matrimonio y durante poco más de tres años estuvimos comprometidos sin ser sexualmente activos, ambos entendíamos que ocurrirían más problemas. Estando con esta mujer yo era capaz de convertirme en lo que quisiera ser. Estudié y estudié, y comencé a darme cuenta de mi vida y de su propósito. Sabía que algo me faltaba, es decir, realmente lo sabía, pero no podía señalar el asunto y, sin embargo, no dejaría de buscar.

Mientras más leía, más se alejaban de mí mis padres. Como ya he señalado, mi familia es muy competitiva, y comenzaron a atacarme con que yo era muy mal hijo y una persona muy desagradecida con la comida y el refugio que ellos me proporcionaban. Mis padres nunca se graduaron de la secundaria, de hecho, ambos hicieron solo hasta el octavo grado y abandonaron la educación en el noveno. Por lo tanto, su educación es obviamente limitada. Todo lo que saben es lo que ven en la televisión y en el comportamiento de la gente. Debo admitir que, de la forma en que me criaron mis padres, honro su disciplina y les agradezco lo que hicieron por mí. Ellos me obligaron a convertirme en hombre. Tuve mi primer trabajo a los 12 años de edad.

A los 13 años estaba trabajando de tiempo completo haciendo lo mismo que ellos. Para los 15 ya tenía mi primer apartamento, cocinaba, limpiaba, lavaba mi propia ropa, hacía mis compras y me preparaba para casarme. Desde el punto de vista con el que mis padres juzgan a la gente por sus actos, estaba de acuerdo con ellos y aún lo estoy. Pero eso hizo que yo odiara a los musulmanes y al Islam. Lo juro, realmente odiaba a los musulmanes de un modo que no podrían imaginar. Muchos dicen que es debido a los medios de comunicación, bueno, pues sí, eso es parte de la locura, pero principalmente es por culpa de los propios musulmanes. Los musulmanes son los que han destruido la reputación del Islam al punto de que los demás nos odian y ni siquiera sabemos ya en qué creemos. Es triste pero cierto. Debo decir que la mayoría de los inmigrantes que entran a este país para hacer dinero son los principales causantes de estropear la verdadera imagen del Islam.

En 1997 mi prometida me había regalado un Corán, simplemente porque me encantaba leer. Solo para mostrarle cuánto odiaba a los musulmanes, peleé con ella y debido a esa pelea nos separamos por un buen tiempo. Finalmente, lo tomé y comencé a leerlo. Aún recuerdo ese día con claridad. La casa estaba impecablemente limpia, el aire era suave y dulce, y la iluminación era perfecta para la lectura. Era la traducción del Corán al inglés por Abdullah Yusuf Ali. Leí las primeras tres páginas de la introducción y comencé a llorar como un bebé. Lloré y lloré y no podía consolarme. Sabía que eso era lo que había estado buscando y quería golpearme a mí mismo hasta matarme por no haberlo encontrado antes. Sabía en mi corazón lo mágico que era. Este no era el Islam que yo conocía. Esta no era la cosa árabe que me habían enseñado a pensar que era sucia. Esto era mi propia vida envuelta en unas páginas. Cada página contaba mi vida. Estaba leyendo mi vida y se sentía bien, pero había arrepentimiento. Después de esto me reuní con mi prometida y hablamos del asunto con madurez. Poco después, ambos aceptamos el Islam y quisimos vivir nuestras vidas como musulmanes, aún si eso significara que fuera por separado.

Cuando mis padres se enteraron, se desató el infierno. Mi padre amenazó con quitarme la vida. Dijo: "¡Naciste católico y con la ayuda de Dios me aseguraré de que mueras católico!". La reacción de mi madre fue similar. Mi mayor deseo era ir a la universidad, quería una educación formal, así que conseguí un trabajo y pagué mi educación universitaria. En ese punto, mis padres comenzaron a atacarme por mi conversión y mi madre me echó de la casa, lo que me obligó a vivir en las calles por seis meses. Comía de las latas de basura y dormía en las noches más frías por la ventisca de 1999. Anduve muchos kilómetros para estar con musulmanes. Fui expulsado de vecindarios por oficiales de policía por ir a vecindarios de negros a asistir a la oración del viernes. Me lanzaron piedras, me escupieron, me acosaron, etc. Yo solo quería estar con musulmanes.

Después de un tiempo, conocí a un amigo que hizo un trato conmigo. Me dijo: "Si puedes construir una mezquita para nosotros en nuestra tienda de silenciadores, te puedes quedar ahí hasta que encuentres tu propio lugar". Estuve de acuerdo. La tienda de silenciadores tenía un área en el segundo piso para almacenaje, de unos 186 m2. Todos los días pasaba horas removiendo piezas de inventario y basura. En el término de un mes había utilizado la mitad del espacio, construido una pared, agregado una ventana, instalado una puerta, puesto algunos tapetes, pintado y abierto la primera mezquita en una tienda de silenciadores en la ciudad de Chicago. Había aprendido carpintería por parte de mi tío. Fue mi primer trabajo de tiempo completo.

Unos seis meses después, había mantenido un buen trabajo y había hecho dos amigos. Mi antigua prometida ya estaba fuera de escena. Habíamos acordado vivir nuestras vidas como musulmanes, no como tontos. La amaba más que a nadie, pero ser musulmán era de lejos mucho más importante que estar con una persona. En 1999 me convertí en el presidente de la Asociación de Estudiantes Musulmanes de mi universidad. Asistía a los Halacat (círculos de conocimiento) a diario, iba a seminarios, tenía un mentor y construí una relación con mis exenemigos, los musulmanes.

En 2000 iba camino a hacer el Hayy, una experiencia que jamás olvidaré, visité Medina y otros lugares cercanos. Lo que descubrí en el Hayy fue la veracidad acerca de Dios y la historia del Islam. Desde la distancia, solo podemos regresar en el tiempo confiando en lo que los libros nos cuentan acerca de la gente y los lugares. En La Meca y en Medina pude ver con mis propios ojos la magia de la gran historia del Islam, era como si estuviera viviendo la historia. Sentía los hadices volver a la vida. Veía a los sahaba en las cimas de las montañas. Olí la batalla de Báder y el aire que una vez respiró el Profeta. Sentí el Islam verdadero que todos y cada uno de nosotros estamos destruyendo.

Aunque estoy solo, sin esposa ni familia que pueda llamar propias, sé que el Islam es vida, no una forma de vida sino la vida misma. Entiendo que el Islam no es una religión, porque la religión puede ser pluralizada. Entiendo que el Islam no puede ser juzgado por los actos de los musulmanes, y los musulmanes solo pueden ser juzgados a través del Islam. Se me ha dado una gran oportunidad para convertirme en lo que soy, y lo que soy no es más ni menos que cualquier otro. Se me ha dado la oportunidad de tener mi trabajo soñado. Siempre quise trabajar ayudando a otros, a pesar de que mi pasado contradice este hecho, pero es verdad. Ahora trabajo para Global Relief Foundation; allí he estado desde hace más de un año.

Sin importar cuánto te haya alimentado con palabras de mi vida, nada puede explicar mi corazón. Solo he mencionado unos pocos de los obstáculos que he enfrentado. Sé que muchos han enfrentado mucho más que yo. Mi propósito en contar esto es decir que entiendo las dificultades que muchos están atravesando. Wa as-salamu aláikum.

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