Mi, excristiana, Estados Unidos (parte 2 de 3)

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Descripción: La hija de un predicador bautista sureño encuentra su camino hacia el Islam. Parte 2: Su viaje hacia el Islam comienza con una serie de preguntas y con el encuentro con dos muchachas musulmanas.

  • Por Mi
  • Publicado 19 Oct 2015
  • Última modificación 19 Oct 2015
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Pobre Mejor

Pasaron algunos meses y yo seguía deprimida. Vi a un primo que me aconsejó una terapista que me diagnosticó un trastorno depresivo mayor y un trastorno de déficit de atención. Ella me prescribió medicinas y psicoterapias que me ayudaron mucho con mi estado de ánimo. Mientras más tiempo pasaba, más lista me sentía para regresar a la iglesia, volver a la clase de entrenamiento de ministros y terminar lo que había empezado. Sin embargo, en los cinco años que estuve alejada, ellos restructuraron el programa. Un ministro asociado estaba a cargo, me acerqué a él para preguntarle si podía reingresar a la clase, me dijo que había algunas cosas que debía hacer primero. En ese momento, tuve un recuerdo de mi época en la escuela, cuando quise ingresar al entrenamiento de ministros y me dijeron lo mismo. Nadie mencionó jamás cuáles eran esas "cosas". Esperé, y esperé, y nunca nadie me informó de nada. Muchos de mis amigos habían entrado al programa desde que yo había regresado a la ciudad, lo que me confundió.

Comencé a rezar más, creyendo que quizás yo había escuchado a Dios de modo incorrecto. Quizás mi llamado a ser ministro no era el más obvio. Así que asistí fielmente a la iglesia a pesar de que mi fe comenzó a decaer un poco. En la iglesia se manifestó un interés por iniciar un ministerio de danzas, y cuando regresé de la escuela después de que este había sido establecido, "audicioné" para unirme a él. ¡Me encantó! Sentía que mi movimiento Le comunicaba a Dios lo que no podía decir. Era la forma de comunicar un mensaje de salvación a través de la danza. Como principio, nunca es atractivo ni piadoso ser arrogante ni orgulloso, pero yo tenía muy buenas habilidades para alguien sin entrenamiento. La gente comentaba cuán bendecidos se sentían cuando me veían bailar. La respuesta más apropiada siempre fue: "Alabado sea Dios". Ese tenía que ser el ministerio del que Dios me había hablado. Me encantaba, la gente respondía a él, los miembros del equipo no eran maliciosos y no hacían muchas murmuraciones. Perfecto. Pero un domingo, mientras prestaba atención a un sermón, me surgió una pregunta con respecto a la naturaleza de Dios, los actos de Adán y Eva, y el raciocinio. Se me quedó grabada durante toda la semana laboral. Comencé a investigar esta línea de cuestionamiento, pero me molestaba terriblemente. "Si Dios es Omnisapiente y sabía que íbamos a pecar, ¿por qué pondría el árbol simplemente para tentarnos, si por Su naturaleza Él no tienta a los humanos? Y digamos que ese era el plan divino, ¿por qué simplemente no perdonó a Adán y a Eva? Por otra parte, ¿por qué requeriría un sacrificio de sangre para cegarse a Sí mismo ante nuestros pecados, que fue lo que me enseñaron para apoyar la muerte de Jesús como expiación de nuestros pecados? ¿Qué pudo haber hecho esa sangre por Dios?"Una pregunta llevaba a la otra. Estas pocas estaban entre un par de páginas de preguntas que escribí para tratar de hallarles respuesta. En una serie de sesiones por internet buscando los orígenes del cristianismo, dejé de asistir a la iglesia. Nunca fui buena ocultando mis sentimientos y no iba a comenzar a esconderlos de Dios.

Fue en esta época cuando me decidí a asistir a la escuela de posgrado. Me había casado, tenía un bebé y fluía por la vida. Hasta ese momento, había asistido principalmente a escuelas e iglesias de negros. Comencé en una disciplina, pero me cambié a otra que tenía clases principalmente en el campus central. En mi primera clase, observé a las personas que me rodeaban en el aula: blancos, negros, un asiático, árabes y africanos. Yo era la única estadounidense negra. Además, había dos chicas musulmanas sentadas una al lado de la otra. Una estaba embarazada, la otra era visiblemente tranquila y estudiosa. Antes de eso, mis únicas experiencias con musulmanes fueron en la preparatoria: un par de muchachos que eran parte de la "Nación del Islam", y dos muchachas que llevaban el velo en la cabeza, pero hasta ese momento nunca les había prestado atención alguna.

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