Los intereses y su papel en la economía y la vida (parte 7 de 8): Los males de los intereses II

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Descripción: Las diferentes formas en las que los intereses han perjudicado a la sociedad. Parte 2: Los perjuicios devastadores de los intereses a nivel internacional.

  • Por Jamaal al-Din Zarabozo (© 2010 IslamReligion.com)
  • Publicado 06 Dec 2010
  • Última modificación 05 Dec 2010
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Interest_and_its_Role_in_Economy_and_Life_(part_7_of_8)_001.jpgA nivel internacional, la situación es mucho más devastadora y peligrosa. No hay duda de que cuando se mira desde una perspectiva internacional, los intereses matan a la gente. La servidumbre a la deuda de los países menos desarrollados hoy día es tan grande que éstos se ven obligados a sacrificar necesidades esenciales en salud y alimentación. Resulta mortificante pensar que un número incalculable de niños mueren a diario en países subdesarrollados debido a la “herramienta” del capitalismo moderno: los intereses. Algunos gobiernos africanos son forzados a gastar más en pagar la deuda que lo que gastan en salud o educación[1].

En este contexto, el PNUD (1998) predijo que si la deuda externa de los 20 países más pobres del mundo fuera condonada, ello salvaría la vida de 20 millones de personas antes del año 2000. En otras palabras, eso significa que la deuda no condonada fue responsable de la muerte de 130.000 niños semanalmente hasta el año 2000[2].

Ken Livingston, Alcalde de Londres, afirmó que el capitalismo global mata a más gente anualmente que los que murieron a manos de Adolf Hitler. Culpó al FMI y al Banco Mundial por la muerte de millones de personas debido a su negativa a facilitar la carga de la deuda. Susan George declaró que cada año desde 1981, entre 15 y 20 millones de personas mueren innecesariamente debido a la carga de la deuda, “porque los gobiernos del Tercer Mundo han tenido que reducir el agua potable y los programas de salud para cumplir con sus pagos”[3].

La deuda, con su asociado volumen creciente de intereses, es peligrosa para cualquier nación, porque significa pérdida de soberanía y de control[4].  Este aspecto, por cierto, no es casual. Los países menos desarrollados –en especial sus gobernantes y clases altas corruptas– no están libres de culpa en relación a la cuestión de la deuda que han acumulado. Al mismo tiempo, si no piden y obtienen la deuda, serán definitivamente presionados para que lo hagan. Caufield señaló:

Así ha sido con el Banco Mundial, las operaciones de reembolso se han hecho cada vez más el total de sus préstamos. El resultado ha sido una acumulación de deuda por parte de los que adeudan al Banco –y una consecuente pérdida gradual de soberanía–. Ningún acreedor está dispuesto a extender una y otra vez los plazos para el pago de la deuda sin asegurarse cierto control sobre la forma en que el deudor maneja sus negocios. En los primeros tiempos, las grandes potencias no dudaron en utilizar la fuerza militar para doblegar a los deudores recalcitrantes a su voluntad. En su ensayo clásico Deudas Públicas, publicado en 1887, el economista estadounidense Henry Carter Adams escribió que “la concesión de créditos exteriores es el primer paso hacia el establecimiento de una política exterior agresiva y, bajo ciertas condiciones, conlleva inevitablemente a la conquista y la ocupación”.

El enfoque del Banco hacia sus deudores no es tan crudo. En lugar de enviar a los Marines, ofrece consejos sobre cómo los países deben manejar sus finanzas, hacer sus leyes, proveer servicios a sus pueblos, y manejarse a sí mismos en el mercado internacional. Sus poderes de persuasión son grandes, debido a la convicción universal de que si el Banco decide aislar a un prestatario, todos los demás poderes importantes nacionales e internacionales seguirán esa misma línea. Por lo tanto, debido al exceso de préstamos –nacido de una inconsistencia subyacente en su misión– el Banco ha agregado a su propio poder, a la vez que ha empobrecido a sus prestatarios[5].

El ahora famoso libro de John Perkins, Confesiones de un Sicario Económico[6], detalla las intrigas económicas contemporáneas. Al describir su trabajo de evaluación de proyectos, escribió:

El aspecto tácito de cada uno de esos proyectos era que tenían la intención de crear grandes beneficios para los contratistas, y hacer muy felices a un puñado de familias ricas e influyentes en los países receptores, asegurando, al mismo tiempo, la dependencia financiera a largo plazo y, por lo tanto, la lealtad política de los gobiernos alrededor del mundo. Mientras mayor fuera el préstamo, mejor. El hecho de que la carga de la deuda puesta sobre un país privaría a sus ciudadanos más pobres de salud, educación y otros servicios sociales por décadas, no era tenido en cuenta[7].

La obra de Perkins ha sido seguida por Un juego tan antiguo como el Imperio: El Mundo Secreto de lo Sicarios Económicos y la Red Global de Corrupción, editado por Steven Hiatt[8].Hiatt escribe:

La deuda mantiene a los países del Tercer Mundo bajo control. Dependientes de las ayudas, los refinanciamientos de los préstamos, y las renovaciones de deuda para sobrevivir –sin importar su desarrollo real–, han sido obligados a reestructurar sus economías y reescribir sus leyes para satisfacer las condiciones establecidas en los programas de ajuste estructural del FMI y las condiciones del Banco Mundial[9].

La situación actual de la deuda, con el papel principal que los intereses están jugando en ella, es potencialmente muy devastador para el mundo entero. En Tendencias Globales 2015, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) reconoció:

La marea creciente de la economía global creará muchos ganadores económicos, pero no levantará todavía todos los barcos. Generará conflictos locales y extranjeros, garantizando una brecha entre ganadores y perdedores regionales cada vez más amplia que la existente hoy día. La evolución de la globalización será inestable, marcada por volatilidades financieras crónicas y brechas económicas crecientes. Regiones, países y grupos, sintiéndose que han sido dejados atrás, enfrentarán la profundización de su estancamiento económico, su inestabilidad política y alienación cultural. Se fomentará el extremismo político, étnico, ideológico y religioso, junto con la violencia que a menudo lo acompaña[10].

Noreena Hertz tiene un capítulo excelente en su libro La Amenaza de la Deuda: Cómo la deuda está destruyendo el mundo en desarrollo… y nos amenaza a todos, en el que delinea muchos de los peligros que la deuda masiva –y de nuevo, que no sería tan masiva sin el aspecto siempre creciente de los intereses– representa para el mundo actual. Ella detalla los peligros del extremismo, terrorismo, el agotamiento de los recursos naturales mundiales, y más. Para citar sólo un aspecto, ella escribe:

La fea progenie de la deuda –pobreza, desigualdad e injusticia– son también llamados a justificar, e incluso a legitimar, actos de extrema violencia. Hace sólo unas semanas, fue atacado el World Trade Center. El importante comentarista africano Michael Fortin escribió: “Tenemos que reconocer que este acto deplorable de agresión pudo haber sido, al menos en parte, un acto de venganza por parte de personas desesperadas y humilladas, aplastadas por el peso de la opresión económica practicada por los pueblos de Occidente”. El lenguaje de Fortin – “aplastadas”, “opresión”, “desesperadas”, “humilladas”– es deliberadamente evocador. Y está manifiestamente claro que hay un público al que tales palabras le resuenan poderosamente[11].

En realidad, aún hay más perjuicios relacionados con los interese que podrían ser discutidos, pero lo anterior debería ser suficiente para los propósitos de este artículo.



Footnotes:

[1] Véase Noreena Hertz.  La Amenaza de la Deuda (New York: HarperBusiness, 2004), p. 3.

[3] Mohammadi y Muhammad Ahsan, p. 43.

[4] Nuevamente, la simple eliminación de los intereses de tales deudas haría maravillas para aliviar la posición de los más pobres del mundo. La cantidad de intereses pagados por esos países pobres es astronómica. Caufield señaló: “Para 1978, un cuarto de todo el dinero prestado por los países  no-OPEPP del Tercer Mundo fue utilizado para pagar los intereses de las deudas existentes. La situación fue particularmente mala en América Latina, donde el endeudamiento se duplicó entre 1976 y 1982, y el 70% de los nuevos préstamos fueron utilizados para pagar los intereses de las deudas antiguas...  Para 1982, la situación se hizo verdaderamente absurda. América Latina se estaba endeudando en cientos de miles de millones de dólares al año, y estaba gastando todo ese dinero —o más— en mantener los pagos de los intereses de las deudas anteriores”.  Catherine Caufield, Maestros del Ilusionismo: El Banco Mundial y la Pobreza de las Naciones (Londres, Inglaterra: Pan Books, 1996), p. 137. Incluso cuando se concede el “alivio de la deuda”, se da más plazo para los pagos, pero se exige que los intereses sigan acumulándose sobre ella. De acuerdo con Gwynne, “a pesar de que los bancos pueden permitir a un país como Polonia ‘refinanciar’ su deuda –permitiéndole pagarla en 20 años en lugar de 10, por ejemplo– los pagos de los intereses siguen aumentando. Y son los intereses los cimientos sobre los que descansa la base de la declaración de pérdidas y ganancias de un banco”. S. C. Gwynne, La Venta de Dinero y la Dependencia: Ajustando la Trampa de la Deuda, en Steven Hiatt, ed.  Un juego tan antiguo como el Imperio: El Mundo Secreto de lo Sicarios Económicos y la Red Global de Corrupción (San Francisco: Berrett-Koehler Publishers, Inc., 2007), p. 35. Payer analizó a fondo este fenómeno para 1974, pero en verdad no se ha hecho nada para corregirlo. Véase Cheryl Payer, La Trampa de la Deuda: El Fondo Monetario Internacional y el Tercer Mundo (New York: Monthly Review Press, 1974), p. 46.

[5] Caufield, p. 336.

[6] John Perkins, Confesiones de un Sicario Económico (San Francisco: Berrett-Koehler Publishers Inc., 2004), pássim.

[7] Perkins, p. 15.

[8] Steven Hiatt, editor. Un juego tan antiguo como el Imperio: El Mundo Secreto de lo Sicarios Económicos y la Red Global de Corrupción (San Francisco: Berrett-Koehler Publishers, Inc., 2007)

[9] Hiatt, p. 23.

[10] Citado en Hertz, p. 156.

[11] Hertz, p. 161.

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