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Después de caminar por más de una semana
a través del desierto ardiente, Moisés llegó a un oasis donde grupos de hombres
abrevaban a sus animales. Estaban empujándose, peleando, bromeando y riendo,
comportándose de manera ruda y baja. Moisés se arrojó sobre la tierra
agradecido por la sombra de un árbol. Mientras recuperaba el aliento, se fijó
en dos mujeres y su rebaño de ovejas. Estaban bien atrás, reacias a acercarse
al pozo de agua.
Moisés era un hombre de honor. A pesar que estaba exhausto y deshidratado, Moisés no podía soportar ver a las mujeres de pie, temerosas de moverse hacia el pozo de agua. Se acercó a ellas y les preguntó por qué los hombres de su familia no cuidaban de las ovejas. Las dos jóvenes le explicaron que su padre era anciano y que la tarea de cuidar las ovejas era ahora su responsabilidad.
Moisés llevó las ovejas de las mujeres hasta le pozo de agua, donde se abrió paso con facilidad entre los hombres que estaban allí. Después de completar su tarea, Moisés estaba totalmente desgastado. Se sentó bajo la sombra del árbol y comenzó a suplicarle a Dios. Dijo: “¡Oh Señor! Cualquier bien que puedas concederme, en verdad lo necesito.”
“Y cuando se encontraba camino a Madián dijo: ¡Señor mío! Guíame por el camino correcto [que conduce a esta ciudad]. Cuando llegó al pozo de agua de Madián, encontró pastores dando de beber a sus rebaños, y vio que apartadas de ellos había dos mujeres que sujetaban a sus rebaños, entonces les preguntó: ¿Qué os sucede? Respondieron [ellas]: No podemos dar de beber a nuestro rebaño hasta que los pastores no terminen con los suyos, y nuestro padre es ya un anciano [y no puede venir]. Luego [cuando los pastores se hubieron retirado, levantó la pesada roca que cubría el pozo y] le dio de beber al rebaño por ellas, y finalmente se retiró exhausto a la sombra y exclamó: ¡Señor mío! Realmente necesito cualquier gracia que me concedas.” (Corán 28:22-24)
El Corán nos relata las historias de los profetas de Dios para que podamos aprender de ellos. Los profetas son modelos dignos de ser seguidos y sus vidas no son tan diferentes de las nuestras. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido tan agotados física y mentalmente que pareciera que no podemos resistir un segundo más?
Nuevamente Moisés se volvió hacia la única fuente real de ayuda para la humanidad: Dios. Y antes que terminara su súplica, la ayuda estaba en camino. Moisés probablemente tenía la esperanza de recibir una rebanada de pan o un puñado de dátiles, pero en lugar de ello, Dios le dio seguridad, provisiones y una familia.
Una de las mujeres regresó con Moisés. Con la modestia y timidez apropiadas, le dijo a Moisés: “Mi padre quiere que recompensarte por tu amabilidad y te invita a nuestra casa.” En consecuencia, Moisés se levantó y fue a ver al anciano. Se sentaron juntos y Moisés contó su historia. El anciano disipó sus temores y le dijo a Moisés que había cruzado de forma segura la frontera de Egipto, ahora estaba en Madián a salvo de cualquier autoridad que pudiera estar persiguiéndolo.
“Y [más tarde] una de ellas regresó y acercándose a él con recato dijo: Mi padre te llama para retribuirte por haber dado de beber a nuestro rebaño. Y cuando se presentó ante él, le relató su historia; y [el padre de las dos mujeres] le dijo: No temas, [aquí] estás a salvo de los opresores.” (Corán 28:25)
Después que Moisés había sido invitado a estar con la familia, una de las mujeres se acercó a su padre en privado y le aconsejó que contratara a Moisés. Cuando su padre le preguntó por qué, ella contesto que debido a su fuerza y honestidad. Dos cualidades que nos dice el Islam que son signos de liderazgo. En los años inmediatamente posteriores a la muerte del Profeta Muhámmad, que Dios lo bendiga, los líderes de la nación musulmana fueron elegidos por estas dos cualidades. Ellos aprendieron sus políticas del Corán, de las historias de sus predecesores piadosos.
El anciano —que algunos estudiosos creen que era el profeta Jetró, aunque no hay fuentes auténticas que confirmen o nieguen esto— ofreció a Moisés la seguridad y protección de su propia familia. Le dio una de sus hijas en matrimonio a cambio de que trabajara durante 8 años, o 10 si Moisés accedía a quedarse durante dos años más. Moisés era un extraño en tierras extranjeras, exhausto y solo. Pero Dios escuchó su súplica y lo proveyó con recursos que Moisés jamás hubiera podido imaginar.
Una de ellas dijo: ¡Oh, padre! Contrátalo, pues qué mejor que contratar a un hombre fuerte y honesto. Dijo [el padre de las dos mujeres a Moisés]: Quisiera casarte con una de mis dos hijas a condición de que trabajes con nosotros durante ocho años, y si deseas quedarte diez será algo que tú hagas voluntariamente. Ésta no será una tarea difícil ni pesada; me encontrarás, si Dios quiere, entre los justos. Dijo [Moisés]: Estoy de acuerdo. Cualquiera que sea el plazo que yo cumpla no se me reprochará, y Dios es testigo de lo que decimos.” (Corán 28:26-28)
Como creyentes, no debemos olvidar nunca que Dios escucha nuestras oraciones y súplicas, y las responde. A veces la sabiduría detrás de estas respuestas está más allá de nuestra comprensión, pero Dios sólo desea lo que es bueno para nosotros. Poner nuestra confianza en Dios y someterse a Su voluntad, le permite al creyente capear cualquier tormenta, y hacerle frente a cualquier adversidad. Nunca estamos solos, al igual que Moisés no estaba solo mientras avanzaba por el desierto huyendo de la única vida y tierra que había conocido.
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