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Umm Habibah fue la hija musulmana de uno de los más grandes enemigos del Islam: Abu Sufián. Umm Habibah fue una de las primeras conversas al Islam en la Meca. Se había exiliado con su esposo en Abisinia (Etiopía), quien se convirtió allí al cristianismo. A su muerte, el Profeta le propuso matrimonio mientras todavía estaba en Abisinia. Volvió a Medina tres años antes de la muerte del Profeta, y falleció treinta y cuatro años después de él.
Záinab era la prima del Profeta, quien estaba casada con Zaíd, un esclavo huérfano que el Profeta había liberado y que luego adoptó. El Profeta propuso el matrimonio de Záinab con Zaíd al hermano de ella, pero él se rehusó dejar que su hermana, una noble perteneciente a la influyente tribu gobernante de Quraish y del clan de los hijos de Hashim, y prima del Profeta, se casara con un hombre que había sido esclavo. Tal unión era considerada por los árabes como algo vergonzoso. Que las hijas de la aristocracia se casaran con sus esclavos, aún cuando fueran liberados, era algo impensable. El Profeta buscó eliminar las distinciones raciales y sociales entre hombres y mujeres. Él enseñó al mundo que un árabe no es superior de un no árabe, excepto por lo que tenga de piedad y virtud, como Dios dijo:
“El más honrado de vosotros ante Allah es el más piadoso”. (Corán 49:13)
El Profeta no quiso implementar este principio en una mujer que no perteneciese a su tribu (para dar así el ejemplo empezando por su propia gente). Fue su prima Záinab quien, comprendiendo los ideales del Profeta, voluntariamente quiso oponerse a las costumbres de los árabes. Por su lado Zaíd, un esclavo liberto, era el prototipo de persona con la que ningún aristócrata árabe de la Meca casaría a su hija o hijo. Así, el Profeta animó a Záinab a casarse con Zaíd; y cuando Záinab estuvo de acuerdo, insistió que el hermano de ella aceptara acoger al huérfano como su cuñado.
Sin embargo, luego del matrimonio, Zaíd encontró difícil vivir con ella. Zaíd consultó al Profeta, quien le aconsejó no divorciarse. De cualquier manera, una vez que todos los intentos de mantener unido al matrimonio habían fracasado, el divorcio fue la única alternativa. Después del divorcio, ella y sus parientes insistieron que el Profeta se casara con ella. Sintiéndose también algo responsable por el fracaso del matrimonio que él había concertado, el Profeta se casó con ella. Las costumbres de los idólatras permitían el matrimonio con las madrastras y las suegras, pero veían el matrimonio con una mujer divorciada por un hijo adoptivo como inadmisible. Para deshacer esa costumbre y sentar un precedente, Dios ordenó al Profeta casarse con Záinab. Su matrimonio tuvo lugar en el quinto año después del exilio en Medina. Záinab falleció diez años después que el Profeta.
En el mismo año, muchos enemigos cayeron prisioneros en manos de los musulmanes en la batalla de Bani Mustáliq. Entre ellos estaba Yuwairíyah, la hija de un jefe árabe, que acudió al Profeta ofreciéndole un precio por su propia liberación, mismo que fue aceptado por la persona que la había capturado. El Profeta entonces le propuso matrimonio, y ella, por su parte, aceptó. Tan pronto como los musulmanes oyeron las noticias del matrimonio, liberaron a sus prisioneros de la tribu de Banu Mustáliq. Sintieron que no podían mantener cautiva a una tribu a la que el Profeta había honrado casándose con una de sus mujeres. Entonces, varios cientos de familias de la tribu de Banu Mustáliq fueron liberados como una bendición por el matrimonio del Profeta. Yuwairíyah fue devota musulmana. En una ocasión, el Profeta fue a verla después de la oración del alba y la encontró ocupada recitando oraciones en el lugar donde había rezado. El Profeta volvió a pasar por su casa nuevamente ya avanzada la mañana, y encontró que todavía estaba allí sentada, y le preguntó:
“¿Todavía estás en la adoración?”. “Sí”, le respondió ella. El Profeta le dijo: “¿Quieres que te enseñe unas palabras que te darán una recompensa más grande? Di: ‘Cuán perfecto es Dios, Alabado sea tantas veces como el número de Sus criaturas y tantas veces como a Él le place, tanto como el peso de Su Trono, y como la tinta de Sus palabras’”[1].
Yuwairíyah falleció cuarenta años después del Profeta.
Safíyah, hija de un jefe judío de la tribu de Banu Nadír, fue tomada como prisionera en la Batalla de Jaibar, en el año séptimo después del exilio a Medina. El Profeta la liberó y se casó con ella. Después del matrimonio, el Profeta encontró marcas de abuso en su mejilla, sobre las cuales le preguntó.
Ella le dijo: “(Cuando aún era judía) vi en un sueño que la luna llena se elevaba sobre Medina y caía en mi regazo. Le conté este sueño a mi primo, quien me abofeteó y me dijo: ‘¡Tú quieres casarte con el rey de Medina!’, y esta es la marca de ese golpe”.
Cuando el Profeta estaba en su lecho de muerte, ella lloró y le dijo, “¡Oh, Profeta de Dios! Quisiera ser yo quien estuviera en tu lugar”, a lo cual él respondió: “Por Dios, ella está diciendo la verdad”.
Maimúnah, otra viuda, le pidió matrimonio al Profeta, que la paz y las bendiciones de Allah sean con él, en la Meca en el año séptimo después del exilio en Medina. Era de su tribu y tenía ya cincuenta años. El Profeta Muhammad se casó con ella para mantenerla, ya que era muy pobre. Su sobrino, Ibn ‘Abbás, se convirtió más tarde en uno de los grandes eruditos del Corán, mucho de lo cual lo aprendió de ella.
[1] Musnad, Abu Dawud
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