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Para discutir de manera productiva el tema de la democracia se debe primero entender los orígenes y significados del concepto en sí mismo. Pero, por razones de brevedad, puede decirse que -según el entendimiento más “moderno” y rudimentario del término- el pensamiento islámico comparte algunos de sus aspectos. Uno de esos aspectos es el hecho de que los musulmanes tienen derecho a elegir a sus gobernantes, a exigirles que rindan cuentas y, cuando sea necesario, removerlos de sus cargos. Sin embargo, el Islam no le permite al sistema de gobierno que elimine o cambie la legislación de la religión en la sociedad, tampoco le da el derecho de crear nuevas legislaciones que contradigan la ley de Dios. Más bien, la legislación es el derecho de Dios únicamente, y la religión debe ser fundamental al decidir la validez de una nueva ley. Eludir este derecho de Dios equivale al pecado imperdonable del politeísmo, pues uno de los fundamentos de la creencia en la Unicidad de Dios indica que Él y sólo Él tiene el derecho de legislar. Ésto significa que la gente o sus funcionarios electos no tienen el derecho de hacer permisible lo que Dios ha prohibido, o declarar prohibido lo que Dios ha permitido. Tanto entregarles tal derecho como seguir luego su legislación implica su elevación, hacer de ellos señores como Dios, y esto es lo que significa el politeísmo. Nadie tiene derecho a cambiar la Ley de Dios.
En la actualidad los musulmanes debaten la relación del Islam con las instituciones democráticas en sus sociedades. Mientras la mayoría de los musulmanes ansían mayor participación política, el dominio de la ley, la responsabilidad del gobierno, las libertades y los derechos humanos, hay muchas maneras de lograr estos objetivos. Para algunos, el Islam tiene sus propios mecanismos que excluyen a las instituciones democráticas. Otros afirman que el Islam es completamente capaz de adaptar y apoyar a las instituciones democráticas. Comprometidos en un proceso de reforma, ellos discuten la compatibilidad entre el Islam y ciertos tipos de “democracia” usando conceptos islámicos tradicionales como consultas (shura) entre el gobernante y el pueblo, consenso comunitario (iyma), interés público (maslaha), y opinión basada en las escrituras (iytihad). Estos mecanismos pueden ser utilizados para apoyar formas de gobiernos con sistemas de verificaciones y balances entre el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, los gobernantes de estados autoritarios tienden a ignorar, desalentar o suprimir a las instituciones democráticas.
En general, se puede observar que el Islam es una religión que no sólo gobierna la vida privada religiosa del individuo, también manda y regula todos los aspectos de la vida pública. Como la noción de adoración en el Islam no está restringida sólo a los rituales, sino que incluye a todas las acciones de obediencia y bondad, también el concepto de religión se extiende a todas las avenidas de la vida en la Tierra. Para el musulmán, los conceptos de religión y Estado son inseparables. Al tener este principio en mente respetuosamente, cualquiera sea el sistema de gobierno que los musulmanes elijan implementar, todos sus constituyentes deben estar en acuerdo directo con los preceptos de la religión. De ninguna manera puede el sistema de gobierno excluir, abrogar o sustituir a ningún mandato de la religión, y este es sólo otro ejemplo de la naturaleza puramente monoteísta del Islam, y de que todos los derechos de Dios sólo se le conceden a Él, y a nadie más.
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