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¿Por qué las mujeres se convierten al Islam?

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Descripción: En una época en que el Islam enfrenta una cobertura mediática hostil, particularmente en lo concerniente a la posición de la mujer, puede resultar sorprendente saber que el Islam es la religión de mayor crecimiento en el mundo, y aún más irónico, descubrir que la mayoría de los conversos al Islam son mujeres.

  • Por Leyendo Islam
  • Publicado 25 Feb 2013
  • Última modificación 25 Feb 2013
  • Impreso: 92
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La posición de la mujer en la sociedad no es un tema nuevo ni ha sido solucionado, y siempre que se menciona el Islam, para muchos el término “mujeres musulmanas” evoca imágenes de madres exhaustas encadenadas a la estufa, ‘víctimas’ subyugadas en una vida de adoctrinamiento, desesperadas por ser occidentalizadas, etc. Otros se explayarán explicando cómo el hiyab (velo islámico) es un obstáculo que nubla la mente, y dirán que a las conversas les han lavado el cerebro, o que son estúpidas o traidoras a su género. Rechazo semejantes acusaciones y planteo la siguiente pregunta: Si eso es cierto, ¿por qué tantas mujeres que han nacido y crecido en las denominadas sociedades ‘civilizadas’ de Europa y Estados Unidos, están dispuestas a abandonar su ‘libertad’ e ‘independencia’ para abrazar una religión que supuestamente las oprime y que se asume ampliamente que les es perjudicial?

Como cristiana conversa al Islam, sólo puedo presentar mi experiencia y razones personales para rechazar la ‘libertad’ que las mujeres afirman tener en esta sociedad, a favor de la única religión que realmente libera a las mujeres al darnos un estatus y una posición que son completamente únicas cuando las comparamos con las de las contrapartes no musulmanas.

Antes de llegar al Islam, tenía fuertes tendencias feministas y reconocía que en lo concerniente a las mujeres había mucha evasión al punto de no podérsele ubicar en el mapa social. El problema iba en crecimiento: nuevos ‘asuntos femeninos’ surgían sin que los anteriores hubieran sido resueltos satisfactoriamente. Como muchas mujeres que compartían mi contexto, acusaba al Islam de ser una religión sexista, discriminadora, opresiva y que le daba a los hombres grandes privilegios. Todo esto provenía de una persona que no sabía nada sobre el Islam, alguien que había sido cegada por la ignorancia y que había aceptado deliberadamente esta definición distorsionada sobre el Islam.

Sin embargo, a pesar de mis críticas hacia el Islam, interiormente no estaba satisfecha con mi propia posición como mujer en esta sociedad. Me parecía que la sociedad definía términos como ‘libertad’ y ‘libre albedrío’ y luego las mujeres aceptaban dichas definiciones sin siquiera cuestionarlas ni debatirlas. Estaba claro que había una gran contradicción entre lo que se decía de las mujeres en la teoría y lo que realmente ocurría en la práctica.

Mientras más lo analizaba, más vacío sentía en mí. Comencé poco a poco a alcanzar un punto en el que mi insatisfacción con mi estatus como mujer en esta sociedad realmente era un reflejo de mi gran insatisfacción con la sociedad en sí. Todo parecía estar degradándose y en retroceso, a pesar de las declaraciones de que la década de 1990 había sido una década de éxito y prosperidad. Algo vital parecía haberse perdido de mi vida y nada llenaría ese vacío. Ser cristiana no me ayudaba en nada, y comencé a cuestionar la validez de sólo recordar a Dios un día a la semana, el domingo. Como muchos otros cristianos, me había desilusionado con la hipocresía de la Iglesia y estaba cada vez menos conforme con el concepto de Trinidad y con la deificación de Jesús. Eventualmente, comencé a mirar el Islam. Al comienzo, sólo estaba interesada en conocer aquellos temas que trataban específicamente con la mujer. Quedé sorprendida. Lo que leía y aprendía me enseñaba mucho sobre mí misma como mujer, y también sobre dónde se encuentra la opresión real de la mujer: en todo sistema y forma de vida distintos al Islam. A las mujeres musulmanas se les han dado sus derechos en cada aspecto de la religión con definiciones claras de su papel en la sociedad —igual que a los hombres— sin ninguna injusticia contra cualquiera de ellos. Como dice Allah:

“Al creyente que haga obras de bien, sea hombre o mujer, lo ingresaré al Paraíso y no será privado de su recompensa en lo más mínimo.” (Corán 4:124)

Así que, habiendo corregido mis falsas ideas sobre el verdadero estatus de las mujeres en el Islam, comencé a mirar más allá. Quería encontrar aquello que pudiera llenar el vacío en mi vida. Mi atención se dirigió hacia las creencias y prácticas del Islam. Sólo comprendiendo los fundamentos podría entender por dónde seguir y qué priorizar. Estas son a menudo las áreas que reciben poca atención y controversia en esta sociedad, y cuando se estudia el Credo Islámico, se hace claro por qué esto es así: Unos detalles tan concisos, inequívocos y exhaustivos no se pueden encontrar en ningún otro lugar.

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