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El Profeta Muhammad viajó sobre el lomo de Al-Buraq todo el recorrido hasta la lejana Masyid en Jerusalén. Ascendió a través de los siete cielos y admiró maravillas inimaginables. Habló cara a cara e intercambió saludos con muchos de sus colegas Profetas; y el último Siervo y Mensajero de Dios, Muhammad, estuvo en la presencia de Dios mismo. En la misma noche, apenas unas cuantas horas después de haber comenzado su viaje, el Profeta Muhammad regresó a La Meca.
Este viaje milagroso estaba a punto de convertirse en un arma para sus enemigos contra el Profeta Muhammad y sus seguidores, e igualmente sería una prueba extrema de la fe de los creyentes. A su regreso a casa, el Profeta Muhammad buscó a Umm Ayman y le contó sobre su viaje milagroso. Ella respondió: “Oh, Mensajero de Dios, no le cuentes esto a nadie”. Umm Ayman tenía una fe completa en el Profeta Muhammad y creyó su relato sobre el viaje, pero tenía miedo respecto a cómo lo tomarían los demás.
El Profeta Muhammad describió a Umm Ayman como “mi madre después de mi propia madre”. Ella fue la sierva fervorosa de su madre Aminah, y se mantuvo con el Profeta Muhammad después de las muertes de su madre y su abuelo. El Profeta Muhammad y Umm Ayman siempre habían sido muy cercanos, y al terminar este viaje maravilloso, él fue a la casa de Umm Ayman, quizás por comodidad y facilidad mientras reflexionaba sobre este milagro y decidía su siguiente movimiento.
El Profeta Muhammad respondió diciendo que él le diría a la gente sobre la noche maravillosa. Él consideró que era su responsabilidad ante Dios difundir el mensaje, sin importar la respuesta o las consecuencias; Dios fue responsable por el resultado. Él dejó en silencio la casa, reflexivo y discreto, y se dirigió a la Mezquita Sagrada. Encontró gente en el camino, y lentamente se fueron esparciendo las noticias sobre el viaje nocturno entre el pueblo.
Mientras el Profeta Muhammad estaba sentado en silencio en la Mezquita, Abu Yahl se le acercó y le preguntó: “Oh Muhammad, ¿hay algo nuevo?” Conocido como uno de los mayores enemigos del Islam, Abu Yahl fue responsable por la tortura, el castigo, asesinato y hostigamiento de los musulmanes nuevos a lo largo de los primeros años del Islam. Si bien se dio cuenta de la hostilidad y el odio de Abu Yahal sentía hacia él, el Profeta Muhammad le respondió con la verdad y dijo: “Esta noche pasada he viajado hasta Jerusalén y he vuelto”.
Abu Yahal, siendo incapaz de disimular lo divertido que esto le parecía, respondió pidiéndole a Muhammad que repitiera estas palabras frente a la gente de La Meca. El Profeta Muhammad respondió afirmativamente, y Abu Yahal dejó corriendo la Mezquita, llamando al pueblo mientras corría por las calles. Cuando suficiente gente se había reunido en la Mezquita a pedido de Abu Yahal, el Profeta Muhammad dijo, de forma que todos lo escucharan: “He estado en Jerusalén y he regresado”.
La muchedumbre comenzó a reír, silbar y aplaudir. Tomaron esto como una broma y se retorcieron de risa. Esta era la respuesta que esperaba Abu Yahal y estaba emocionado. Los incrédulos en la muchedumbre vieron una oportunidad de ponerle fin al Islam. Ridiculizaron y restaron importancia a la declaración del Profeta Muhammad. Entre la gente se encontraban personas que habían viajado a Jerusalén, y le pidieron al Profeta Muhammad que describiera lo que había visto.
El Profeta de Dios comenzó a describir su viaje, pero se irritó. Había estado poco tiempo en Jerusalén, y la naturaleza milagrosa de estos viajes había implicado que él no recordara detalles pequeños y descripciones. Sin embargo, el Profeta Muhammad nos dice que Dios le mostró los detalles “justo frente a sus ojos” y él describió lo que había visto “piedra por piedra, ladrillo por ladrillo”. Los viajeros confirmaron sus descripciones. (Sahih Al-Bujari)
Hay otra narración[1] que dice que mientras viajaba de regreso a La Meca, el Profeta Muhammad pasó sobre una caravana. Él fue capaz de describirla con claridad. La caravana había perdido un camello, y el Profeta Muhammad les gritó desde el cielo informándoles dónde se encontraba el camello. También bebió de su suministro de agua.
La gente de La Meca despachó de inmediato a un grupo para que alcanzara la caravana antes de que entrara a la ciudad y así preguntarle a esa gente respecto a la noche anterior. Ellos confirmaron que una voz extraña les había dado la ubicación del camello perdido y que parte de su suministro de agua había desaparecido. Sin embargo, estas confirmaciones no fueron suficientes. La gente abucheó al Profeta de Dios, se rieron y no creyeron en sus palabras. Este evento milagroso fue una prueba de fe tal que incluso algunos de los musulmanes nuevos no lo creyeron y abandonaron la fe del Islam.
Para aquellos cuya fe era fuerte y verdadera, el Poder de Dios fue obvio. Algunos de aquellos que hallaron la historia completa difícil de creer fueron a ver a Abu Baker, el mejor amigo y apoyo leal del Profeta Muhammad. Le preguntaron si creía que el Profeta Muhammad había viajado de noche hasta Jerusalén y de regreso a La Meca. Sin titubear, Abu Baker respondió: “Si el Mensajero de Dios dice eso, entonces es cierto”. Fue por eso que en esta ocasión Abu Baker se ganó el título de As-Siddiq (el veraz). Este fue un momento decisivo para muchos musulmanes; después de afrontar la tortura física y el abuso de los incrédulos, ahora debían lidiar con un concepto que estaba más allá de lo que podían imaginar. Algunos fallaron, pero muchos se elevaron a nuevas alturas y pudieron saborear la dulzura de la verdadera sumisión al único Dios.
El viaje nocturno de la Mezquita Sagrada en La Meca a la lejana Mezquita en Jerusalén, y la ascensión a través de los cielos y hasta la presencia de Dios Todopoderoso, fue un milagro dado por Dios a su último Siervo y Profeta, Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y uno de los mayores honores otorgado a cualquier ser humano.
[1] La Biografía del Profeta Muhammad por ibn Hisham.
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